No creo que todos seamos 'iguales', pero sí que ante un objetivo que nos propongamos y que compartamos somos capaces de aunar esfuerzos para lograrlo. Y en este sentido identificarnos con el mismo porque tenemos una meta común.
Pongamos que el 'objetivo' es ir a Salamanca con un grupo de amigos para descubrir la ciudad y sus gentes y compartir la experiencia durante un fin de semana. Primero identificaremos aquellos con los que podemos compartir dicho viaje y quieran ir, no se trata sólo de 'apuntarse' sino de implicarse en su organización y sobre todo de tener claro que libremente se ha optado por compartir el viaje y que tendremos que adaptarnos a los gustos de otros, igual que ellos a los nuestros. Después, toca planificar el viaje y repartir tareas entre los integrantes para organizarlo. Supongamos que hemos decidido ir en autobús y llevar la comida: uno se encargará de buscar dónde dormir, otro comprará los billetes, un tercero comprara la comida para el viaje y así sucesivamente con todo lo necesario e imprescindible para vivir una experiencia que pasará a formar parte de nuestras vidas. Finalmente habrá que verificar que está todo listo, unos días antes de partir, y corregir lo que sea necesario (p ej.: alguien que a última hora no puede ir o que se incorpora más tarde y va en su propio vehículo,...). Y llegado el día, partir con rumbo a esta bonita ciudad y, a: disfrutar de la compañía, del viaje, de la ciudad, de sus gentes,...
Todo esto es fácil cuando se quiere compartir y de nada sirve si uno de los amigos se desentiende de alguna tarea porque después repercutirá en el grupo y la experiencia no será positiva e incluso rompa alguna que otra amistad. Es necesario ceder el protagonismo al grupo y dejar las individualidades a un lado cuando no aporten nada bueno al conjunto.
Es complejo pero no difícil cuando se acepta compartir.
Por cierto, ¡me voy a Salamanca!
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