Hay momentos en los que el tiempo no transcurre de forma lineal sino que adquiere otro ritmo. Un ritmo más natural y saludable, libre de horarios. Y las vacaciones son uno esos momentos.
En vacaciones volvemos a nuestro ritmo natural: a depertar sin necesidad de una hora, a desayunar sin prisas y, sobretodo, si no se tienen preocupaciones a tener una vida más sencilla y agradable.
Aprovecha las vacaciones para tomar consciencia de lo que prefieres que pase en la vida, lo que no significa que pase. Pero que, si luchas por conseguirlo, puede pasar.
martes, 21 de junio de 2011
jueves, 9 de junio de 2011
Amistad con mucho rumbo
He encontrado amigos que hacen que los problemas sean la mitad y la felicidad el doble ¡La amistad es salud!
Sin embargo, tengo la sensación de que la amistad, la manera de afrontar las relaciones entre amigos, está sufriendo grandes tranformaciones. Prueba de ello es que la cifra de personas que dice no tener relación con amigos ni vecinos se ha incrementado en los últimos años.
El modo de vida acelerado y exigente que llevamos, la loca carrera por producir, consumir y poseer, y las dificultades económicas que tenemos, no favorecen las relaciones personales. Hay más recelo, más miedo a ser engañado y, sobre todo, falta de confianza. Y todo ello conduce a la enfermedad. Una enfermedad, como dijo la madre Teresa, peor que la lepra: la soledad.
Una soledad que fagocita las neuronas, que oscurece la mente y que puede incluso desembocar en tragedia. Por eso, no hay que dejar que la amistad vaya a la deriva porque es un antídoto útil al callejón sin salida que supone la adversidad y una puerta abierta a la felicidad.
Pon rumbo a la amistad. Amistad basada en qué puedo hacer yo por un amigo y no en lo que puede hacer un amigo por mí. Puedes empezar por interesarte por su realidad, su día a día, sus problemas, sus vivencias. Tienes oportunidades, aprovéchalas.
Sin embargo, tengo la sensación de que la amistad, la manera de afrontar las relaciones entre amigos, está sufriendo grandes tranformaciones. Prueba de ello es que la cifra de personas que dice no tener relación con amigos ni vecinos se ha incrementado en los últimos años.
El modo de vida acelerado y exigente que llevamos, la loca carrera por producir, consumir y poseer, y las dificultades económicas que tenemos, no favorecen las relaciones personales. Hay más recelo, más miedo a ser engañado y, sobre todo, falta de confianza. Y todo ello conduce a la enfermedad. Una enfermedad, como dijo la madre Teresa, peor que la lepra: la soledad.
Una soledad que fagocita las neuronas, que oscurece la mente y que puede incluso desembocar en tragedia. Por eso, no hay que dejar que la amistad vaya a la deriva porque es un antídoto útil al callejón sin salida que supone la adversidad y una puerta abierta a la felicidad.
Pon rumbo a la amistad. Amistad basada en qué puedo hacer yo por un amigo y no en lo que puede hacer un amigo por mí. Puedes empezar por interesarte por su realidad, su día a día, sus problemas, sus vivencias. Tienes oportunidades, aprovéchalas.
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