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lunes, 4 de octubre de 2010

Llamadnos mejor mayores

Nos distanciamos de la vejez, e incluso tratamos de ocultarla, y precisamente por ello nos sorprende cumpliendo años. Sorprende cuando te empiezan a llamar señora o señor y ya no te digo si te ceden el asiento en el autobús, entonces si que has cumplido años ¿y qué?

Vamos sumando años, ocasiones perdidas, desengaños, desilusiones sin embargo también buenos momentos, alegrías, emociones positivas y, sobre todo, sentimientos, sentimientos excepcionales.


Recientemente he leído una conversación entre dos personas mayores, de unos 72 años, y es la siguiente:

- Para qué tantas prohibiciones, tantas pastillas, tantas dietas...
+ Pues, para vivir más tiempo
- Para malvivir más tiempo querrás decir
+ Vivimos más tiempo para disfrutar más de la vida y poder ver a nuestros hijos y nietos...


Lo que ocurre muchas veces es que se odia la vejez. Empezamos llevando mal envejecer y acabamos odiandolo porque sientes que te conviertes en un objeto inútil para la sociedad. Sientes que la familia te usa para ir al banco, cuidar a los nietos y cuando ya no eres capaz de hacerlo te dejan de lado.


El envejecimiento es una de las cosas que nos negamos a aceptar y de las pocas certezas claras con las que vivimos desde que nacemos. Además, vivimos en una sociedad con valores 'viejos' donde impera el culto a la juventud. Sin embargo esta juventud está muy limitada porque no tiene fácil hacer su propia vida ya que el acceso al mundo laboral está en manos de los que quieren sentirse físicamente jovenes como ellos pero desde una situación de 'poder'.

Al parecer, todos somos un poco 'viejos' y un poco 'jovenes'. Si sabemos mirar podemos aprender a envejecer y, por qué no, a morir.

Mientras tanto ni jovenes ni viejos, llamadnos mejor mayores.

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