Estoy encontrándome, cada vez más, con personas mentalmente anuladas, sin confianza, destruidas por otras personas. Por otras personas sin escrúpulos, que mezclan lo emocional, el encanto y la culpa. Que no se cuestionan en ningún momento su relación porque carecen de empatía y al no verse afectados no sienten por el otro ningún respeto ni afecto. Son seres perversos. Perversos para engrandecerse, aparentar, tener reconocimiento social y poder pero lo disimulan muy bien.
Cada vez proliferan más y no se reconocerán al leer ésto. Pero cuento con que las personas de su entorno sí. Ahora, no les preguntes a ellos si son buenos, seguramente responderán que sí.
Sin embargo, conscientemente hacen daño, humillan, desprecian,...., destruyen con una red perversa de pequeños agravios: un día un comentario de descalificación, otro un gesto de superioridad, otro una mirada despectiva y todo ello para generar confusión y desequilibrio en el otro. Y así descargan su perversión para tomar la vida, la fuerza y la alegría de los otros porque ellos mismos no son felices.
Claro que cada persona tiene un límite y que no todos nos sentimos humillados y ofendidos por las mismas cosas pero ellos lo saben y se sirven de ello para encontrar el secreto y la complicidad del grupo. Utilizan la manipulación y, si les hace falta, se muestran débiles, sensibles y necesitados para que se vuelquen en ayudarlos. De ahí, que muchas veces el entorno lo permite. Lo vemos en la pareja, la familia, la escuela y la empresa.
Para sacarte a estas personas perversas de encima, pierde el sentimiento de culpa y ¡apártalos de tu vida!. Y si no puedes...que todos los insultos y humillaciones te resbalen. Sobre todo, ¡cree en tí! y despliega toda tu alegría, confianza y vitalidad.
lunes, 29 de abril de 2013
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